La dinámica de los commodities entre Latinoamérica y China by Fabrizio Speciale
- Fabrizio Speciale
- 3 ene
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 20 ene

La relación económica entre China y América Latina ha tomado un lugar central en el comercio global en las últimas décadas, impulsada por la creciente demanda china de materias primas y commodities provenientes de la región. Este intercambio, basado en productos agrícolas, ganaderos y recursos naturales, ha traído consigo oportunidades únicas y desafíos significativos para ambas partes.
Para entender mejor a qué me refiero, te explico lo que es un commodity.
Básicamente se puede denominar commodity a cualquier bien o recurso básico que se comercializa en grandes cantidades a un precio relativamente no muy elevado. Estos productos suelen ser esenciales en la economía global y generalmente son utilizados como materia prima en la producción de bienes y servicios. Los commodities tienen un precio estandarizado y su valor depende más de la oferta y la demanda global que de sus características particulares.
Se clasifican principalmente en dos categorías:
Commodities físicos (hard commodities): Son recursos que deben ser extraídos o cultivados, como: Energía: Petróleo crudo, gas natural, carbón. Metales: Oro, plata, cobre, aluminio. Minerales: Hierro, zinc, níquel.
Commodities blandos (soft commodities): Son productos agrícolas y ganaderos, como: Granos: Trigo, maíz, arroz, soja. Productos agrícolas: Café, cacao, azúcar, algodón. Ganado: Carne bovina, cerdo, leche.
La relación entre China y América Latina está profundamente arraigada en el trading de estos bienes, estructurado a través de contratos estandarizados en mercados globales y acuerdos bilaterales.
Por ejemplo, el azúcar, un commodity esencial en la industria alimentaria y energética, es comercializado mediante contratos en mercados como Nueva York o Londres. Brasil, como el mayor exportador mundial de este producto, desempeña un papel clave en abastecer la demanda china, no solo para consumo directo, sino también para la producción de etanol, un biocombustible estratégico en la transición hacia energías más limpias.
En el ámbito ganadero, commodities como carne bovina, menudencias y carne de cerdo han encontrado un mercado creciente en China. Productos considerados secundarios en América Latina, como hígados, lenguas y patas de pollo, son altamente valorados en China, donde se consideran manjares. Este intercambio no solo aprovecha la complementariedad entre ambas economías, sino que también fomenta la diversificación de mercados para los exportadores latinoamericanos. Es como decir que "Lo que se desecha en A.L. se valora en China".
El trading de commodities incluye productos que van más allá de los conocidos como azúcar o carne. Yo personalmente me he sorprendido varias veces al descubrir productos poco convencionales que son comercializados en grandes cantidades como el hueso de sepia, las plumas hidrolizadas de gallina, las patas de pavo e incluso animales como camellos vivos (Ganado en pie). Muchos de estos productos encuentran aplicaciones en la industria alimentaria y de balanceados, destacando la creatividad y adaptabilidad de este mercado global.
Básicamente, China puede darle un uso a absolutamente todo y transformarlo en un recurso útil tanto para su población como para reexportarlo al resto del mundo.
La demanda china ha generado una fuente estable de ingresos para América Latina, permitiendo a los países diversificar sus exportaciones más allá de los mercados occidentales tradicionales.
Inversiones chinas en infraestructura, como puertos y ferrocarriles, han mejorado la logística y la capacidad de exportación, reduciendo costos y fomentando la competitividad. Además, el acceso a la masiva base de consumidores chinos ha abierto mercados para productos premium como carne orgánica y azúcar refinada, que ofrecen mayores márgenes de ganancia.
China también ha desempeñado un papel crucial en promover cadenas de valor más eficientes. Por ejemplo, productos agrícolas básicos pueden ser transformados en bienes de mayor valor agregado, como edulcorantes especializados o biocombustibles, generando ingresos adicionales para los exportadores.
Sin embargo, esta relación no está exenta de retos. La dependencia de la exportación de commodities expone a las economías latinoamericanas a la volatilidad de los precios globales, lo que puede impactar negativamente en sus ingresos nacionales. Además, la expansión de actividades agrícolas y ganaderas para satisfacer la demanda china conlleva riesgos ambientales como deforestación y degradación del suelo, subrayando la necesidad de adoptar prácticas más sostenibles.
Por otro lado, las estrictas regulaciones sanitarias y fitosanitarias de China representan barreras para muchos productores pequeños y medianos, que deben invertir en tecnologías e infraestructura para cumplir con estos estándares. Aunque esto mejora la calidad de los productos, también puede limitar la inclusión de actores menos capitalizados en el mercado global.
Para maximizar los beneficios de esta relación, América Latina debe enfocarse en diversificar sus economías y fomentar la industrialización de sus commodities. Iniciativas como añadir valor en origen —por ejemplo, produciendo biocombustibles a partir de azúcar o certificando productos ganaderos premium— pueden ayudar a superar la dependencia de las materias primas y garantizar una relación comercial más equilibrada con China.
La relación entre China y América Latina en el ámbito del comercio de commodities es un ejemplo de cómo dos economías complementarias pueden beneficiarse mutuamente. Sin embargo, el éxito a largo plazo dependerá de la capacidad de ambos actores de abordar los desafíos ambientales, económicos y regulatorios, construyendo una asociación más sostenible y resiliente.
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